El lunes 24 de agosto de 2009, Mirko Lauer publicó en su columna diaria en La República una“carta de Conakry”. Quienes leen a Lauer saben que periódicamente este cede su columna a invitados, para que estos expresen su voz y para descansar él la suya. Esta vez el corresponsal desde el continente misterioso era el ex ministro aprista Hernán Garrido Lecca.
¿Qué hacía Garrido Lecca –fresca aún su presencia en la memoria de la gente por su paso proceloso a través de la administración pública– en Conakry? Es cierto que la capital de Guinea no llega a tener el atractivo romántico de, digamos, Tombuctú, pero sí transmite esa suerte de equívoco exotismo que no solo hace pensar en los dorados crepúsculos de un safari fotográfico, sino también en, por ejemplo, diamantes de sangre, minas depredadoras, caudillos corruptos, pueblo sufriente.
El ex ministro no lo dice en su carta, que tiene apuntes interesantes sobre nuestras raíces afroperuanas cuyo “origen más remoto” está “en Guinea”. En su ‘carta’, afirma que el “gobierno de Guinea ha convocado a elecciones democráticas (…) y se ha propuesto llevar adelante un ambicioso proceso de reformas. Viene estudiando un agresivo programa de electrificación rural y un Programa de Agua para Todos”.
Garrido Lecca y Agua para Todos en Conakry… Nadie puede decir que África no es alucinante.
La razón de la presencia del ex ministro en Guinea era un trabajo de consultoría para el gobierno de ese país. Lo interesante es saber qué compañía lo contrató.
Es una empresa cuyo nombre resuena estos días en el Perú.
Se trataba de Global CST (las siglas significan ‘Comprehensive Security Transformation’), la compañía dirigida por el general de brigada, en retiro, de las Fuerza de Defensa israelíes, Israel Ziv.
En esa fecha, en Lima ya se habían hecho los contactos y estaban en curso las negociaciones para el contrato entre el Comando Conjunto de la FFAA y la empresa Global CST, de Ziv. El contrato que ahora ha sido denunciado por la Contraloría ante el Ministerio Público, se firmó el 20 de octubre.
Coincidentemente, Garrido Lecca se encontraba trabajando en una consultoría de alto rango, contratado por la misma compañía que él había presentado unos meses antes al Ejército.
En efecto, a finales de abril de ese año, Hernán Garrido Lecca acompañó al general Israel Ziv en una visita al entonces comandante general del Ejército, general EP Otto Guibovich.
Fuentes con cercano conocimiento de la gestión del general Guibovich, hoy en retiro, informan que en esa reunión, el general Ziv ofreció los servicios que, meses después, serían tomados por el Comando Conjunto. Inicialmente, dicen las fuentes, Guibovich se entusiasmó por la propuesta. Al preguntarles sobre el costo a sus visitantes, le dijeron que iba a ser de “tres millones”. Eso le pareció un precio adecuado, dicen las fuentes. Tres millones de soles por un entrenamiento masivo no estaba mal.
Pero había una pequeña equivocación, le dijeron los visitantes. No eran tres millones de soles sino de dólares. Entonces Guibovich les dijo, refieren las fuentes, que él no disponía de ese monto para ese ejercicio presupuestal. Ahí acabó la reunión.
¿Fue Garrido Lecca el personaje central entre quienes hicieron lobby a favor del contrato con Ziv? Fuentes familiarizadas con el pensamiento del ex ministro de Vivienda y de Salud, lo niegan enfáticamente y sostienen que Garrido Lecca no conoce “a Contreras”, que no ha estado en “ninguna reunión con Ziv en el Comando Conjunto, ni en ninguna gestión”.
Con la excepción, por supuesto, de la reunión con Guibovich, que fuentes vinculadas con el ex ministro y el ex comandante general, reconocen que sí tuvo lugar.
Si tal fuera el caso, ¿qué pasó entre el Pentagonito y el Comando Conjunto, que el entrenamiento que en un lado se ofreció por tres millones de dólares terminó pagándose, con adenda incluida, por 40 millones de soles, que al cambio actual bordea los 15 millones de dólares.
Aparte de Garrido Lecca, ¿quiénes más influenciaron para que se diera una suscripción del contrato en los términos que la Contraloría ha denunciado ahora ante el Ministerio Público?
WIKILEAKS, LOS GRINGOS Y GLOBAL CST
En el año 2009, Global CST estaba en camino de culminar un ambicioso proceso de expansión.
Este se inició años antes, en 2006, y sobrevivió una poco afortunada –por lo menos en cuanto a resultados– experiencia en Georgia, que concluyó con los duros reveses que sufrieron los militares de esa nación a manos del ejército ruso.
En compensación, en el otro lado del mundo, Global logró un importante contrato para asesorar las Fuerzas Armadas colombianas, en la lucha contra las FARC.
El entonces ministro de Defensa y ahora presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, contó que su primer contacto con Global CST y con Ziv fue a través del ex canciller israelí Shlomo Ben Ami, el prestigioso historiador que sirvió con altibajos, en el gobierno laborista de Ehud Barak. Ziv, a su turno, tuvo y mantiene una relación cercana con Barak.
Especialista en historia española, Ben Ami es vicepresidente del Centro Internacional para la Paz de Toledo. Ahí contactó a Santos con Ziv.
A partir de agosto de 2007, Global CST llevó a cabo un programa intenso de entrenamiento a la Fuerza Armada colombiana, ya robustecida a través del Plan Colombia.
La exitosa operación de rescate de Ingrid Betancourt, así como otras acciones más cruentas y controvertidas –como la muerte del dirigente FARC Raúl Reyes en suelo ecuatoriano– fueron en parte atribuidas a la influencia y entrenamiento de Global CST. Ello representó una buena publicidad para la compañía, pero también una sorda y fuerte oposición del gobierno de Estados Unidos.
WIKIHISTORIAS
En Colombia, Global CST provocó simpatías y enconos radicales. De una parte tuvo el decidido apoyo del hoy presidente Santos y del que fue jefe (hasta 2010) de las Fuerzas Armadas de Colombia, general Freddy Padilla.
Pero el entonces jefe de la Policía Nacional, el general Óscar Naranjo calificaba la presencia de Global CST como “un desastre”. Y la embajada de Estados Unidos, con la que la Policía colombiana tenía (y tiene) una relación particularmente estrecha, no podía estar más de acuerdo.
De hecho, lo señalan una serie de cables diplomáticos estadounidenses que publicó Wikileaks, la diplomacia estadounidense organizó una campaña en sordina para limitar la influencia de Global CST y, en por lo menos un caso, cerrarle el ingreso a un país cliente.
En un cable del primero de diciembre de 2009, que firma y clasifica el entonces embajador de Estados Unidos en Colombia, William Brownfield, se comenta una larga conversación con el general Naranjo, en la que este refiere que el ministro de Defensa, Gabriel Silva, se “agriaba” ante “la relación del ministerio de Defensa con Israel”.
El propio Naranjo recalcó a Brownfield que la relación de la Policía colombiana con el general Ziv y su firma, había sido un “desastre”. Naranjo añadió que sabía que Ziv estaba tratando de abrirse camino en Perú y Panamá [de hecho, el contrato entre Ziv y el Comando Conjunto ya se había firmado cuando Brownfield redactó el cable], “y que él había compartido sus preocupaciones con las autoridades de Panamá y que haría lo propio con las peruanas si se lo pedían”.
En cambio, el general Padilla sostenía, en un reportaje para la televisión israelí, que “como jefe de las fuerzas armadas de Colombia, puedo decir que ellos [Global] son una bendición que nos ha caído en nuestra lucha”.
Equilibrados los pareceres, el principal opositor a la expansión de Ziv en Panamá no fue Naranjo, sino el propio gobierno de Estados Unidos.
De acuerdo con otro cable confidencial hecho público en los wikileaks, la embajada de Estados Unidos en Panamá, reaccionó con alarma ante el plan del jefe de inteligencia de ese país, Olmedo Alfaro, de pagar a Global CST para que lleve a cabo un estudio de seguridad.
La embajadora estadounidense Barbara Stephenson se reunió, de acuerdo con el cable, citado en un largo despacho de Tim Johnson, de McClatchy Newspapers, con el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli y el vicepresidente, Juan Carlos Varela, para advertirles que el gobierno estadounidense limitaría la colaboración de seguridad con Panamá si “consultores privados de una tercera nación resultaran involucrados” en asuntos de seguridad.
Tanto Varela como Martinelli recularon de inmediato y dijeron que no solo no querían “cambiar amigos” sino que no harían nada “para perjudicar la relación”.
En Colombia, el cable del embajador Brownfield contuvo acusaciones tan serias contra Global CST como sostener que un traductor de esa empresa, Shai Killman, “copió documentos clasificados del ministerio de Defensa, en un intento fallido de venderlos” a las FARC. De acuerdo con el cable, que cita a“fuentes de la Policía Nacional de Colombia, en febrero de 2008”, los documentos contenían“información de bases de datos sobre objetivos de alto valor. Ziv negó que [se hubiera producido] ese intento [pero] envió a Killman de regreso a Israel”.
El cable de Brownfield termina en forma involuntariamente reveladora. De un lado menciona que “a lo largo de tres años, Ziv logró la confianza de (…) Santos prometiéndole una versión más barata de la ayuda del gobierno de Estados Unidos (…) Global CST no fue transparente con nosotros y trató de insertarse en nuestras conversaciones clasificadas [secretas] con el gobierno de Colombia. [Por eso] no es una sorpresa que el ministerio de Defensa se está alejando de Global CST y advirtiendo a sus vecinos que sus ofertas no son tan buenas como se propagandizan”.
Como siempre, la habilidad diplomática de los Estados Unidos consistía en hacer decir a otros lo que ellos desean escuchar. Pero en el caso de Colombia, pese al prestigio de Naranjo, la presidencia de Juan Manuel Santos limitó la presión de Estados Unidos contra Global CST.
Pero si en Colombia, Santos podía considerarlos como el feliz equivalente de un buen entrenador personal, un ‘personal trainer’ en el gimnasio con máquinas americanas; en Perú y en el país, Guinea, desde donde el consultor de Global CST, Hernán Garrido Lecca, escribía su carta a Mirko Lauer, los resultados del ‘personal trainer’ no iban, como veremos, igual de bien. (Gustavo Gorriti)
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