El pasado fin de semana la ciudad ha amanecido con una noticia que nuevamente pone en tela de juicio la seguridad ciudadana en nuestra urbe, porque un grupo de asaltantes ingresó a una capilla, que se ubica en la cuarta cuadra de Jr. 9 de diciembre, en pleno centro de la ciudad para sustraer de esta una serie de elementos religiosos que tienen un valor histórico incalculable.
Pero lo que llama la atención es que los ladrones sustrajeron estos objetos religiosos con mucha facilidad, lo cual indica que nadie advirtió esa misma noche de lo que venía aconteciendo al interior de este recinto religioso, ni los vecinos ni el personal de serenazgo.
A estas alturas de la gestión municipal de la provincia de Huamanga, es claro que se ha emprendido una serie de acciones, como la creación de estos denominados puestos de auxilio rápido como parte de los programas públicos emprendido por esta instancia en temas de seguridad ciudadana a nivel de la ciudad de Ayacucho, y quizá para medir la efectividad de la misma sería bastante complicado porque no existe un estudio sistematizado de las percepciones de inseguridad actual en nuestra ciudad.
Pero no se puede negar que estos centros de auxilio rápido han permitido una respuesta más inmediata del cuerpo de serenazgo ante cualquier reporte delincuencial de los ciudadanos desde cualquier parte de la ciudad, por ello la ciudadanía recurre al cuerpo de serenazgo porque saben que van a llegar al auxilio, lo cual no sucede con la Policía de la ciudad, instancia que desde hace muchos años ha perdido la confianza de la población, ya que solicitar su presencia en algún escenario de conflictividad -y especialmente de presencia delincuencial- es mas complacida, pues al parecer el 105 sólo existe de nombre y su presencia es mínima en nuestra ciudad.
Según las normas, en la ciudad quien tiene la responsabilidad de velar por la seguridad ciudadana es la municipalidad y la lucha contra la delincuencia debe ser encabezada por el alcalde de la municipalidad y es en éste último donde se concentra las críticas cuando hechos como el robo de la capilla suceden, mientras que la policía descansa en su cuartel sin escuchar estas críticas por la situación de la inseguridad, ni mucho menos se inmuta por las críticas y denuncias de corrupción. Pero lo que llama la atención es que la autoridad municipal debería ejercer el poder que le ha otorgado la ciudadanía al elegirlo como autoridad (democráticamente) para poner a las fuerzas policiales de la ciudad en sintonía de las acciones de combate contra la inseguridad.
Se debe entender que la ciudadanía puede ayudar a trabajar por la seguridad con las denominadas juntas vecinales pero estos tienen sus limitaciones porque lidiar con bandas armadas y sicarios requieren la intervención de la policía. Asimismo el serenazgo está intentado suplir lo que debería hacer la policía, pero estos también tienen limitaciones.
En los próximos meses se vienen las fiestas de carnavales y la de Semana Santa, pero el plan de seguridad no sólo debe ser para esta oportunidad sino una de largo aliento donde la coordinación intergubernamental sea un elemento central en la misma.
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