Se ha vuelto rutinario leer que las evaluaciones nacionales de aprendizaje de matemáticas por parte de los alumnos de segundo grado arrojen que solo el 10% del total logra los objetivos del grado (y en zonas rurales alejadas puede llegar a menos del 5%). Eso implica que la escuela peruana es una fábrica de fracasados. Si ese es el nivel de fracaso en segundo grado ¿para qué evaluar los grados siguientes? Ya sabemos lo que va a salir como resultado. Sobre un primer piso blando y movedizo de una casa de esteras no se puede construir un segundo piso sólido con material noble. No tiene qué lo sostenga. Se vendrá abajo todo lo que se coloque en el segundo piso.
Lo peor del asunto es que el Ministerio de Educación implícitamente culpa a los niños y su falta de base a los profesores y su mala formación, a los padres por su distanciamiento del colegio, etc., pero hasta ahora no ha sido capaz de autocriticar el currículo oficial que contiene una serie de disparates en el área de matemáticas. Uno de ellos, la obligación implícita de maltratar a los alumnos exigiéndoles aprendizajes que no están a su alcance, cuyo resultado natural es el fracaso en su desempeño junto con una enorme ansiedad antimatemáticas, con caída de la autoestima de los estudiantes y una prematura aceptación de que ellos no sirven para las matemáticas y las ciencias, la cual arrastrarán en sus mochilas vocacionales de por vida.
El problema no ocurre solamente en el Perú (lo que obviamente no debe consolarnos). Un reciente informe de Kate Brian “Maths anxiety: the numbers are mounting” publicado en The Guardian (UK, 30/04/2012) refiere que un cuarto del alumnado escolar de Gran Bretaña experimenta ansiedad por las matemáticas (algo así como dos millones de alumnos solo en Inglaterra), al lado de decenas de miles de profesores. A su vez relata que científicos de Stanford (EE.UU.) han escaneado los cerebros de los niños mientras resuelven con ansiedad los ejercicios de matemáticas y han encontrado que responden a las sumas de la misma manera como responden personas que tienen fobias a serpientes o avispas, con actividad intensa en sus centros de miedo y actividad debilitada en las áreas de resolución de problemas, lo que les dificulta llegar a las respuestas correctas.
El Dr. Vinod Menon que lideró el proyecto de Stanford explicaba que era la primera vez que se podía identificar la base neuronal y evolutiva de la ansiedad matemática, lo que podría permitir una identificación oportuna y tratamiento remedial. Además, demuestra que si no se trata a tiempo esta ansiedad no se extingue sino que se prolonga en el tiempo.
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