La agenda para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, de este mes en Brasil, aún carece de prioridades y sus resultados pueden quedar sepultados ante las urgencias de la crisis económica global, advirtió Marina Silva, excandidata presidencial por el Partido Verde.
El documento final de la también conocida como cumbre Río+20 sigue siendo «débil y general» y no contiene aportes superadores de lo que se hizo en los últimos 20 años, desde la Cumbre de la Tierra, realizada en 1992 también en Río de Janeiro, dijo la ambientalista en rueda de corresponsales de medios internacionales.
«La discusión sobre economía verde, desarrollo social y gobernanza perdió fuerza, así que cualquier acuerdo general, que no tenga una actitud crítica y no incorpore instrumentos para hacer frente al deterioro del planeta, atentará contra la memoria de la cumbre de 1992», criticó Silva, quien fue ministra de Medio Ambiente entre 2003 y 2008.
Silva, tras obtener 20 millones de votos en las elecciones presidenciales de 2010, creó el no gubernamental Instituto Democracia y Sostenibilidad, al que representará en la Cumbre de los Pueblos sobre Río+20 por la Justicia Social y Ambiental, que se desarrollará del 15 al 23 de junio, en paralelo a la cita oficial auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas.
Para la exministra, la línea de trabajo para Río+20, que a nivel de jefes de Estado y de gobierno se realizará entre los días 20 y 22, sigue con un grave problema de origen y es que aparecen separados la ecología y la economía, cuando deberían estar integrados.
«La Unión Europea atiende prioritariamente la crisis económica que la afecta, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha fracasado en su intento de avanzar en una agenda de clima y biodiversidad, y China no se movilizada y no asume compromisos», detalló.
A pesar de que científicos de todo el mundo advierten sobre los graves problemas que afrontará la humanidad si no se detiene el deterioro ambiental, los gobiernos no incorporan a sus agendas propuestas de solución o cambio de rumbo, opinó Silva.
«El mundo afronta una crisis dramática, que se constituye de múltiplas crisis: económica, política, ambiental y de valores», indicó.
La última fase de negociación previa a Río+20 se va a completar el miércoles 13 en esta ciudad. Ante esta instancia, la actual ministra de Medio Ambiente de Brasil, Izabella Teixeira, contrapuso el pesimismo de Silva al afirmar que las «noticias son bastante promisorias» para el documento base de la cita.
Teixeira admitió que se está ante un desafío importante, como es alcanzar un consenso que exige compromisos y convergencias de los gobiernos.
«Tenemos que facilitar y permitir que todos hagan su parte y que se sientan comprometidos con las directivas y resultados de la Conferencia», dijo a IPS.
Teixeira entiende que las negociaciones iniciadas en Nueva York han tenido «avances importantes», por eso cree que el legado de Río+20 será más amplio que la cumbre de hace dos décadas, conocida como Eco 92, y reflejará plenamente el concepto de sostenibilidad.
Pero también reconoció que se discuten «nuevos modelos económicos o no lograremos hacer un cambio hacia un desarrollo sostenible».
Silva, por su parte, sostuvo que Brasil, como anfitrión de Río+20, reúne las condiciones para hacer esta ruptura de paradigma del siglo XX y actuar como puente negociador en la búsqueda de compromisos.
«Es muy importante que Brasil asuma un rol de liderazgo para mediar salidas con propuestas efectivas para este encuentro, bajo pena de poner fin a la memoria de la Eco 92», advirtió.
En tono de crítica sobre la gestión de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, la ambientalista dijo esperar que corrija los rumbos de su gobierno para encabezar una «nueva agenda de economía y de desarrollo sustentable».
Brasil aún no se puede considerar como una potencia socio-ambiental pese a que concentra 11 por ciento de las reservas de agua dulce del mundo, 20 por ciento de las especies vivas, 60 por ciento de su territorio esta cubierto de bosques, en su territorio existen 280 pueblos autóctonos que hablan alrededor de 120 lenguas distintas además del portugués, indicó.
«Esto no nos hace una potencial ambiental por naturaleza, hay que lograrlo con actitudes políticas eficaces. Nuestra agricultura tiene condiciones para tener una base sostenible, pero no podemos repetir los mismos equívocos que han cometido los países industrializados», añadió.
La aprobación del polémico Código Forestal ha mostrado un retroceso en la política ambiental brasileña y pone en discusión el liderazgo del gobierno respecto de llevar adelante una economía sustentable, apuntó.
«Estamos viviendo un momento de dudas. Parece que podemos retroceder hacia una economía similar a la del siglo pasado», alertó. «Pero es posible aún reducir la pobreza, tener crecimiento económico y disminuir las emisiones con menos devastación», dijo.
En vísperas de Rio+20, Brasil pasa por un desmonte de su legislación ambiental, especialmente en el Código Forestal, que siguen adelante pese a que alrededor de 80 por ciento de los entrevistados en distintas encuestas sostienen no estar de acuerdo con los cambios realizados.
«Brasil no necesita deforestar para mantenerse como una gran productor de granos, pues podemos duplicar aún la producción agrícola sin derribar un solo árbol», aseguró.
«Tenemos tecnología y conocimiento sin que se haga necesario expandir la frontera agrícola. Podemos producir alimentos preservando la bases natural de nuestro desarrollo», concluyó Silva.
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