El empeño y la perseverancia del padre del sub oficial César Vilca posibilitaron el rescate del cadáver de su hijo, con el que los delincuentes terroristas se habían ensañado. La indignación ciudadana ha crecido como pocas veces se había visto en la historia reciente, tanto por la desastrosa gestión del gobierno, luego del secuestro de los trabajadores del ducto, como por las innumerables mentiras con que trataron de ocultar su ineptitud y la falta de vergüenza de los responsables directos.
¿Dónde están los 1,500?
Dionisio Vilca, padre del suboficial asesinado, hizo solo, con la ayuda de nativos del lugar, lo que los 1,500 efectivos supuestamente enviados a la zona no pudieron hacer.
Con un nauseabundo comunicado, el Ministerio del Interior trató infantilmente de volver a engañar a la opinión pública: “luego de una intensa y prolongada búsqueda por parte de las fuerzas del orden (…) fue encontrado sin vida el suboficial César Antonio Vilca Vega”.
Esta grosera falsificación era, en realidad, solo la continuación de la interminable cadena de mentiras con que el gobierno ha tratado de ocultar el fracaso de sus operaciones en el Vrae.
Pocos días antes, otro de los policías abandonados por su comando, Luis Astuquillca, también ayudado por nativos, logró llegar a Kiteni, herido y maltrecho, en un vehículo particular, luego de 17 días perdido en la selva. Los 1,500 efectivos tampoco habían podido rescatarlo.
No aprenden
Es impresionante la cantidad de errores cometidos por los jefes militares y policiales que han causado la muerte a varios efectivos, muchos heridos y absolutamente ningún resultado. Como se señaló en esta columna, desde antes de la liberación de los rehenes por parte de los terroristas, “es inútil ahora arriesgar vidas como ocurrió con el helicóptero policial de la capitana Flores”. (15.4.12). Y no se debería “enviar a tontas y a locas a los efectivos militares y policiales, porque la experiencia indica que los terroristas esperan eso para emboscarlos”. (22.4.12).
Pero precisamente eso es lo que hicieron los mandos, espoleados por el gobierno cuyo propósito es evitar perder puntos en las encuestas.
En el caso de la Policía, tomaron lo primero que había a mano, un grupo de muchachos que estaba en Mazamari para un entrenamiento, y los arrojaron a su suerte en medio de una selva que no conocen, sin el equipamiento adecuado. De lo poco que ha contado Astuquillca, se desprende que no tenían ni radio ni GPS.
Y luego los abandonaron. Como observó Gustavo Gorriti, “¿Por qué se los abandonó en el cerro, si hacerlo equivalía a condenarlos a morir? ¿Por qué no se trató de socorrerlos en forma inmediata?”. (IDL Reporteros, 19.4.12). Lo mismo sucedió con las patrullas militares.
En suma, la estrategia diseñada y aplicada por los militares desde que se les entregó el Vrae el 2006, ha sido un fracaso total y absoluto, con muchas derrotas y ni una sola victoria. La operación Libertad, diseñada y aplicada por los mandos militares, ha sido la continuación de ese rosario de errores.
Más plata
Un torrente de militares en retiro ha inundado los medios de comunicación para argumentar que el problema es que les falta plata. Finalmente, a eso se reduce todo. Si tuvieran más dinero, ganarían, dicen. Políticos ignorantes y medrosos les hacen el juego y aprueban nuevas partidas.
Nadie se preocupa de averiguar en qué se han gastado los cientos de millones de soles que se les ha entregado a las Fuerzas Armadas, solo para el Vrae, en los últimos años. La realidad: han sido derrochados o robados.
Si se sigue este camino, pronto los senderistas también van a incorporar a sus demandas la renovación del equipamiento de las Fuerzas Armadas y la Policía. Total, ellos utilizan los mismos fusiles y ametralladoras arrebatados a las fuerzas del orden.
No se ha escuchado una sola palabra, ni de los militares retirados ni de funcionarios del gobierno, sobre lo que son los problemas fundamentales: la incompetencia de los mandos y la corrupción galopante e impune.
Los motivos
¿Por qué hay un ministro del Interior como Daniel Lozada y un director de la Policía como Raúl Salazar? Porque son personajes insignificantes, que deben todo a quienes los han nombrado. Carecen de méritos propios y están en esos cargos para disfrutar del poder mientras dure.
Por eso tienen la característica que más aprecia Ollanta Humala: aceptan todas las órdenes sin dudas ni murmuraciones.
Igual, los mandos militares: están donde están por su servilismo y amarre con Humala y Adrián Villafuerte, no porque sean los más capaces. Son parte del engranaje en el que pretenden sustentar su permanencia a futuro en el poder, que es lo que más les importa.