Infancia Hoy. Según el Instituto de Estudios Internacionales (IDEI) de la Pontifica Universidad Católica del Perú, gran cantidad de menores que residen en las cuencas cocaleras peruanas han sido incorporados tanto en la producción de hoja de coca como en el procesamiento, refinamiento, transporte y comercialización de cocaína.
“Existe una cadena de participación de los niños de acuerdo a su edad; los más pequeños participan en la cosecha y el pisado de la coca”, dijo Carlos Morán Soto, ex director antidrogas de la policía peruana y actual jefe de la División Territorial de la Policía del Callao.
De los 81.312 niños que viven en las zonas cocaleras de Perú, 73,180 de ellos han sido incorporados tanto en la producción de hoja de coca como en el procesamiento, refinamiento, transporte y comercialización de cocaína.
Morán dice que por apoyar en la cosecha de la hoja de coca, los menores reciben un pago diario de unos US$11, mientras que por el traslado de un kilogramo de pasta base de cocaína pueden recibir US$30.
El uniformado dice que para la siembra o cosecha de la hoja de coca no se requieren muchas personas, mientras que el ‘pisado’ de la coca consiste en colocar las hojas al sol y luego ‘pisarla’ en reiteradas oportunidades para crear la pasta que servirá como insumo principal para la droga.
“Son los adolescentes entre 15 y 16 años quienes colaboran con la elaboración de la droga en las pozas de maceración. Aquellos que tienen entre 17 y 18 años se convierten en ‘mochileros’”, dice Morán, refiriéndose a quienes transportan la droga en mochilas, dando la impresión que son jóvenes turistas. Los jóvenes acusados de traficar narcóticos son comúnmente enviados a centros de reclusión para menores.
Según la policía antinarcóticos, el traslado de la droga se da desde las zonas cocaleras hasta aquellas ciudades que se encuentran en el centro del país como Huancavelica, Junín, Apurímac y Ayacucho.
“Los ‘mochileros’ deben caminar entre 2 ó 3 días para llegar a sus lugares de destino”, dice Morán.
Un informe del Instituto de Estadística e Informática que recibió el apoyo del Banco Mundial y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), señala que las ciudades con mayores niveles de pobreza en Perú –Huancavelica (88.7%), Ayacucho (78.4%) y Apurímac (74.8%) – tienen un historial de estar ligadas al narcotráfico.
Sandra Namihas, coordinadora del Instituto de Estudios Internacionales (IDEI) de la Pontificia Universidad Católica del Perú, dice que involucrar a los niños y jóvenes en el narcotráfico es peligroso.
“Los niños que participan en el cultivo y cosecha de la hoja de coca utilizan herramientas punzo-cortantes como machetes, palas, ganchos y rastrillos para el trabajo de la tierra o hacer zanjas”, dice. “[Esto] les provoca con frecuencia heridas y accidentes mayores”.
Namihas dijo que los narcotraficantes utilizan a los hijos de adultos que ya trabajan para ellos, ya que es común en los hijos de campesinos trabajen en los campos para sus padres.
“Lo preocupante es que todo esto se haga sin tener en cuenta que (a sus propios hijos) cuyas edades van desde los 10 hasta los 17 años, los están incorporando en labores relacionadas a una actividad ilícita como es el narcotráfico”, dice la investigadora, agregando que también es común que por propia iniciativa el menor se acerque a las chacras vecinas donde se cultiva la coca, para ofrecer sus servicios.
Según información de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en 2010 se cultivaron 61.200 hectáreas en 13 regiones en el Perú, produciendo un total de 129.500 toneladas métricas de hoja de coca.
De este total se necesitan no más de 3.000 toneladas métricas por trimestre para el uso lícito como el chacchado, uso farmacéutico e industrial, según información de la Empresa Nacional de la Coca (Enaco).
“Esto significa que más de 120.000 toneladas métricas se van directamente al uso ilícito”, consideró Sandra Namihas, quien participó en la investigación que dio lugar al libro; “Niños, niñas y adolescentes en las zonas cocaleras del VRAE y el Alto Huallaga”, publicado por el IDEI.
El gobierno peruano insta a los campesinos a desarrollar cultivos alternativos, como el café, cacao y palmito, cuyo fin es mejorar la situación económica, social y política de las zonas de intervención, en vez de que cultiven hojas de coca.
Y los campesinos están escuchando.
Según la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (DEVIDA), en unas 80 mil hectáreas donde se cultivaba la coca de manera ilegal en los últimos años, ahora se cultivan vegetales y café.
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