El Comercio. En la Amazonía las cochas o lagos se forman cuando un río cambia su curso y deja aislada una superficie de agua. El lago Valencia, sin embargo, nunca se independizó por completo. Un pasaje de siete kilómetros –los pobladores locales lo llaman ‘caño’– une las aguas del río Madre de Dios con el espejo del lago y garantiza que el Valencia se mantenga siempre joven. Los biólogos dicen que esta es la causa fundamental de su fabuloso potencial pesquero.
Si Madre de Dios aún come pescado –la producción de las piscigranjas es mínima– es por el lago Valencia. Con sus 13 kilómetros de largo y medio de ancho, el lago más grande del departamento produce de todo: corvina, gamitana, paco, doncella, boquichico y otras exquisiteces. Basta decir que se puede pescar hasta paiches de 200 kilogramos, una especie que fue traída hace treinta años desde Loreto.
Lamentablemente, este panorama está a punto de cambiar. El 19 de mayo del 2011 la Sala Mixta y Penal de Apelaciones de la Corte Suprema de Justicia de Madre de Dios anuló la prohibición –interpuesta por el gobierno regional en el 2010– que impedía a Grimaldo Quispe Morga realizar minería en la cabecera del lago Valencia, la zona más frágil y determinante de este ecosistema. Y si la cabecera del lago es devastada por la minería, lo mismo ocurrirá con la flora y fauna.
Pero el impacto no solo será para los pescadores. La familia Chávez Giersch, una de las pioneras en la zona, cuenta con un albergue (Valencia Lake Perú Ecológico) que, obviamente, vería su fin si el señor Quispe Morga logra sacar adelante su concesión minera Playa Berta I.
Quispe Morga asegura que solo trabajará tres de las 300 hectáreas que solicita y que el impacto será mínimo, casi imperceptible. Sin embargo, la realidad regional demuestra lo contrario. “No entendemos cómo hay autoridades que pueden autorizar a un minero trabajar dentro de un lago, el impacto será devastador”, protesta Jeaneth, una de las hijas de los Chávez.
La semana pasada se realizó el taller participativo que presentaba el estudio de impacto ambiental (EIA) hecho por los consultores mineros de Grimaldo Quispe, ante la comunidad Lago Valencia. Ahora todo está en manos de la Dirección Regional de Energía y Minas, la cual decidirá si aprueba el EIA.
Si lo hace, la actividad minera podrá iniciarse dentro del lago y los otros siete peticionarios mineros que vienen detrás del señor Quispe Morga –todos alrededor de la cabecera– sabrán que ha llegado el momento de extraer oro.
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