El significado del «agua» para los nativos andinos y para los profesionales modernos

Espacio Compartido. En reciente viaje a Andahuaylas (Apurímac) invitado por la Cooperativa San Pedro para dar unas conferencias, se me acercó el sociólogo rural Alfredo  Mendoza Bellido para entregarme un breve libro en formato horizontal escrito junto con Nancy Campos Pérez titulado «Crianza del agua y tradiciones  ambientales en Andahuaylas: prácticas campesinas para contrarrestar el cambio climático y fortalecer la soberanía alimentaria».

A la hora de la cena empecé a hojear el libro y me quedé prendido de la página  5 en la que desarrolla el concepto andino de «madre agua» versus el concepto  occidental del «recurso agua». Transcribo los tres primeros párrafos de la página para que se entienda qué fue lo que llamó mi atención. Dice así.

«Crianza de la Madre Agua o Yaku Mama. En las culturas, dentro de cada palabra, está el concepto y el contenido. Todo depende de la cosmovisión con la que se piense. Así, «Recurso Agua» (concepto occidental) difiere del concepto  andino «Yaku Mama» (Madre Agua). De otra parte, hay una correspondencia entre la lengua y el lugar donde se vive. Es así que «Puquio Mama Waqaychay» en quechua andahuaylino significa ritualidad, protección y amparo al ojo de manante y humedad circundante.

En la epistemología indígena, la forma andina de conocer, pensar, hablar y hacer es sintiendo que todo cuanto existe son madres, vivas, amadas y tienen ánima o espíritu. El agua es Yaku Mama (Madre Agua); la tierra es Pacha Mama (Madre Tierra); el manante es Puqio Mama (Madre Puquio); la coca, Mama Coca (Madre Coca); la Puna es Sallqa Mama (Madre Puna); el maíz es  Sara Mama (Madre Maíz). En nuestras averiguaciones en los Andes de Andahuaylas no hemos podido encontrar una palabra quechua que signifique recurso natural y mineral inerte, sino todo lo que existe en la naturaleza son  vivas, amadas y tienen ánima.

Es así que si la Yaku Mama es madre, no se la negocia, no se la vende, no se la agrotóxica, no se succiona con motobomba del subsuelo, ni se la contamina con la excrecencia del porcino, porque es sangre y fluido de la Pacha Mama, de las entrañas de la tierra amada que cría y amamanta a todos, por lo que su conservación es un ritual donde participa todo el pueblo”.

Más adelante expresa el contraste con un colegio en el que el profesor de ciencias define el agua como «H2O» y en el uso de términos técnicos legales para referirse al agua como “factor de producción”, objeto de explotación,  un «recurso hídrico», como si fuera un objeto inerte, insaboro, inodoro, incoloro, insípido, inorgánico, un bien transable en forma sólida, líquida o gaseosa.

En suma, el agua es tratado como objeto, como cosa, intercambiable, definible por una fórmula química, con lo que pierde toda su esencia espiritual y tradicional.

Esta confrontación de conceptos, lenguajes, valores, actitudes frente a la naturaleza y sus bienes me produjo múltiples asociaciones con la interculturalidad, con los conflictos entre nativos e inversionistas modernos que explotan los recursos naturales, entre calendarios nacionales y locales, y las cientos de costumbres, fiestas, tradiciones nativas así como el uso del lenguaje autóctono como expresiones de una brecha cultural que cada vez que quiera ser ignorada o reprimida a la fuerza, lejos de producir una sana aculturación  solamente puede producir malestar y resentimiento.

Quién sabe en los colegios y en todas las carreras profesionales que se estudian en institutos y universidades peruanas debería haber un espacio para estudiar estas cosas y reflexionar sobre ellas, si es que seriamente estamos pensando en hacer del Perú una nación inclusiva, tolerante, solidaria y que sea capaz de convertirse en un espacio de convivencia pacífica entre los diferentes grupos étnicos que comparten el mismo territorio.

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