Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori: sus roles en la transición al nuevo gobierno

Espacio Compartido. El gran escritor fue decisivo para la victoria de Ollanta Humala. Tenía todo el derecho que poner su peso político y moral favor de la causa que consideraba la mejor. Discrepo profundamente de los que lo denostan y ofenden por ello. No es verdad que sólo sea sólo un gran escritor y no, también, un buen político. Vargas Llosa ha estado en muchas causas democráticas y a favor de los derechos humanos en el mundo y merece todo respeto por ello. (Por cierto varias de ellas antagonizando con algunos de los que lo endiosaron en las últimas semanas).

En los primeros días de la transición parece estar jugando un papel muy importante. Uno de signo muy positivo y otro en el que, a mi juicio, yerra.

En el haber: parece estar tratando de influir en Ollanta Humala en el nombramiento de personas que, sin traicionar el espíritu de los que ganaron la elección, sean a la vez mensaje de tolerancia y moderación. Por ejemplo, promoviendo a Beatriz Merino.

Independientemente del resultado de esa gestión, repito aquí lo que dije al respecto en Peru.21 el martes: “Pocas personas reúnen una visión moderna y liberal de la economía, con un gran sentido de lo social, acrecentado durante su paso por la Defensoría del Pueblo”.

Aún con todo ello, un gran escritor y un gran político puede equivocarse. No me refiero a que haya apoyado Ollanta Humala, ya que estuvo en todo su derecho de hacerlo,  como he dicho antes. Me refiero a que haya calificado a quienes votaron por Keiko Fujimori como antipatriotas. (Supongo que eso también incluye a los pocos que al final persistimos en viciar nuestro voto). 

Es una calificación errada, injusta y hasta extraña en un hombre que ha hecho de la tolerancia a las ideas de los demás, una virtud. Estoy seguro que sabrá rectificarse. Su trayectoria nos permite suponerlo.

Pasando al otro polo. Inesperadamente uno de los elementos dominantes de la primera semana pos electoral ha sido el tema Fujimori. Por un lado por la discusión sobre sus condiciones carcelarias y, por otro, por la posibilidad que se busque alguna maña y se permita su liberación antes del 28 julio.

El tema de las condiciones carcelarias lo puso en agenda el segundo vicepresidente, Omar Chehade, personaje que ya ha perdido demasiadas oportunidades de mantener la boca callada. Planteó, el día siguiente de las elecciones, que Fujimori debía ir a una prisión común o incluso la Base Naval donde están  Montesinos y Abimael Guzmán.

Más allá de una discusión racional sobre el lugar y condiciones de detención de Fujimori, evidentemente era políticamente absurdo atizar las heridas con la fuerza perdedora y que obtuvo el voto del 48,5% de los peruanos y transmitir un mensaje de venganza política de los ganadores.

Fue rápidamente desmentido por voceros del humalismo y por el propio presidente electo. En la misma línea de lo dicho anteriormente me sorprendió que, en cambio, Mario Vargas Llosa, haya opinado en el mismo sentido que el vicepresidente electo.

Este tipo de declaraciones tiene un efecto más bien contrario y le dan cierto espacio a la posibilidad de que se cree un clima favorable para que Alan García indulte Alberto Fujimori antes del 28 julio, al ser visto como potencial víctima de los ganadores.

¿Por qué lo haría García? Una razón a mi juicio tiene que ver con los compromisos de la alianza que tuvieron con los fujimoristas a lo largo de su cinco años; pero, más todavía, en contar en el Congreso con una bancada grande que ayude a proteger a su gobierno de posibles futuras investigaciones sobre los hechos de corrupción y situaciones graves como la de Bagua; algo que muy probablemente tendrá lugar en el próximo Congreso.

Es importante, al oponerse a ese indulto, decir que no se trata de mantener una venganza con Fujimori y retenerlo en la cárcel cuando él sea un anciano de edad avanzada y con una enfermedad terminal.

En un supuesto de esa naturaleza, indultado o no, debiera ser llevado a su domicilio para que pase sus últimos meses o años en compañía de sus familiares. No es el caso, sin embargo. Es una persona mayor y débil, por lo que debe monitorearse muy de cerca su estado de salud y proporcionarle condiciones de atención totalmente adecuadas. Algo que, en términos generales,  es lo que tiene en la DIROES hoy.

Pero en ningún caso estamos en la etapa de la necesidad de una decisión humanitaria. Disfrazar un indulto político de razones humanitarias sería algo similar a lo de Crousillat, pero tendría un impacto político y moral cien veces mayor, que el caso anterior. Hay que recordar que el indulto a Fujimori no procede por decisión expresa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la legislación interna lo prohíbe, para quienes están sancionado como él por secuestro agravado.

Hacerlo sería ilegal e inconstitucional y una afrenta al derecho a la justicia que el país reclamaba y consiguió.Tengo la impresión que algo se viene discutiendo muy intensamente en estos días entre apristas y fujimoristas sobre este tema. No es seguro que eso ocurra pero hay que estar alertas.

 No vaya a ser que con gran pragmatismo, también Ollanta Humala con algunas protestas retóricas en el fondo también sienta que lo están librando de una papa caliente; y además dándole la legitimidad para un eventual indulto a su hermano Antauro, en nombre de «la reconciliación nacional».