26 de enero: Día Mundial de la Educación Ambiental

En este día se conmemora el Día Mundial de la Educación Ambiental. Se trata de una oportunidad importante para recordar y resaltar por qué hoy más que nunca la educación ambiental es clave para el desarrollo humano. A continuación, una compartimos breve reflexión sobre qué implica educar a las nuevas generaciones en materia ambiental.

Las principales impactos de una mala relación con el ambiente afectan nuestra vida cotidiana y se presentan en la contaminación del aire y agua, saneamiento e higiene deficientes, contaminación por agentes químicos y biológicos, radiación, ruido ambiental, riesgos laborales, uso de plaguicidas y reutilización de aguas residuales en prácticas agrícolas, etc. Entonces, si todos los factores del deterioro ambiental tienen que ver con una actividad desmedida humana, la educación ambiental empieza con adquirir conocimientos y valores para que se vuelvan actitudes y prácticas que sirvan para evitar y combatir la contaminación de nuestro entorno natural.

De hecho, es importante -como tarea de la educación y las ciencias de la comunicación- hacer que el tema ambiental no sea lejano o aburrido. Pero hay algo más: el tema ambiental no es solo ambiental, valga la redundancia, pues es multisectorial: comprende lo social, lo político, lo económico, así como aspectos interculturales y educacionales. También se observa una relación estrecha con la economía, salud pública y la calidad de vida de una sociedad. Hace años este tema debería estar en la agenda educativa de una manera más específica, adaptando las necesidades de cada espacio y tiempo históricos. 

Cualquier sociedad a nivel mundial no puede pasar por alto las consecuencias que acarrean la contaminación ambiental, pues sus consecuencias afectan de manera más fuerte a los pobres, a los niños y ancianos, las mujeres y también a los pueblos indígenas.

La demanda y explotación de recursos ha sido mayor a la capacidad de recuperación del planeta. La creciente contaminación que genera alteraciones a procesos naturales y aumento de diferencias sociales, nos conduce a tener también recursos limitados. Ello, valiéndonos de un estilo de vida poco austero, demanda un excesivo consumo generando desechos o emitiendo gases de efecto invernadero como, por ejemplo, la cantidad de metano que emiten las vacas de ganado para la fabricación industrial de las hamburguesas. 

Según esta cultura de consumo insaciable, la idea de bienestar es que más es igual que mejor, difundiendo una falsa idea de bienestar que tenemos que combatir mediante la implementación de una correcta educación ambiental; la cual implica también todos los actos que nos vinculan con la naturaleza. A todo esto se añade el cambio climático que es un factor importante de graves consecuencias, sin olvidar que es un problema muy vinculado al estilo de vida que llevamos a nivel general como humanidad,

¿Cómo cambiar una conducta errática y autodestructiva tan arraigada en nuestra cotidianeidad y modo de vivir? En líneas generales, la respuesta la podemos encontrar un una franca modificación de nuestra conducta. Pero eso no responde la pregunta. Muchas conductas son aprendidas desde un entorno que las practica, entonces podemos decir que también son enseñables. Entonces por ahí va la respuesta: urge fortalecer la educación ambiental para que la población sea más consciente del impacto de sus acciones en la naturaleza. 

La educación sirve para que podamos aprender y transmitir nuevos patrones de conducta y sensibilidades. Es importante empezar desde la raíz, cuando se comienza a aprender cómo vincularse con el mundo y donde se forma la visión de desarrollo de una sociedad: en la niñez y la adolescencia. Dadas las circunstancias actuales de nuestro planeta, la educación ambiental también debe darse durante la formación profesional; y a cualquier persona.