Cada año en estas fechas se hace costumbre recordar la ocurrencia de grandes sismos en el Perú, así como los niveles de daños causados en las áreas urbanas. Sin embargo, no hemos aprendido de las experiencias vividas, ya que no ha cambiado nada.
La ciudad de Pisco aún no termina de levantarse y lo poco que se ha logrado, siguen con las mismas costumbres del pasado, viviendas autoconstruidas sobre suelos no compactos; mientras que, las viviendas que han sufrido daños parciales simplemente han sido “curadas”. Por lo tanto, con un próximo sismo, tendrán daños asegurados.
Asimismo, la zona de playa aún no se recupera y la planificación considerando una buena gestión del territorio es nula. Esto demuestra que las autoridades y la misma población no han tomado en cuenta que la región Ica es la zona más sísmica y, por lo tanto, un nuevo sismo ocurrirá en algún momento.
Es importante recordar que, a diferencia de otros sismos, el de Pisco presentó dos áreas de ruptura con una clara propagación en dirección sur; es decir, hacia Paracas, lugar donde liberó la mayor cantidad de energía y por ello dio lugar a un tsunami netamente local. El sismo produjo en la zona costera altos niveles de sacudimiento del suelo ocasionando el colapso de una estructura rocosa en forma de arco ubicada en el océano conocida como “La Catedral”, así como el derrumbe de la iglesia de Pisco construida con adobe y quincha.
Además, en el distrito de Tambo de Mora gran cantidad de viviendas prácticamente se hundieron en un suelo que, al ser comprimido por el paso de las ondas sísmicas, actuaron como pantanos.
Por ello, si consideramos que los sismos son cíclicos, de acuerdo con el nivel de cultura de la población peruana, es posible que cuando ocurra el próximo sismo, volvamos a contar las mismas historias. En el IGP continuamos haciendo “Ciencia para protegernos, ciencia para avanzar”.