Cosas importantes han ocurrido desde hace una semana, cuando empecé a escribir este artículo por entregas sobre las cosas urgentes que se necesitan hacer en relación a la Policía para empezar a enfrentar con un poco más de éxito la oleada de inseguridad que remece al país.
Tenemos, nada menos, que un nuevo premier, uno que ha afirmado que la política de seguridad será su prioridad y la del gobierno. En buena hora. Sin embargo, habría que recordar que eso también lo decía el anterior y que no basta la retórica para enfrentar este problema. Está bien que se mencione el punto, pero el discurso del “todos tenemos que estar unidos” o el de “es un asunto que concierne por igual al gobierno y a los ciudadanos” se agotará rápidamente si no se transforma en medidas concretas. Contribuir a la discusión de cuáles son las que se requieren es el propósito que anima a esta serie.
Insisto en lo dicho en los dos primeros: la Policía no es la seguridad ciudadana, para ello se requiere de una acción múltiple y compleja; pero a la vez, sin ella, no hay ninguna posibilidad de enfrentar con seriedad el problema.
En los dos primeros artículos traté sobre la depuración y el ingreso a la institución. Como en todo lo que viene, la naturaleza breve de dichos artículos obligó a mucha generalidad, lo que no significa que no se puedan convertir en políticas, normas y acciones muy concretas rápidamente, si existiese la voluntad política.
Empiezo en esta tercera entrega a abordar el tema de lo que creo que hay que hacer para mejorar la profesión policial en el contexto de la difícil tarea de, a la vez que mejorar un acto de servicio que se presta, ir introduciendo al mismo tiempo cambios drásticos que podrían incluso catalogarse como una refundación institucional en movimiento.
3.- Escalafones: Propongo dividir a la Policía en tres escalafones. Categorizar en un plazo relativamente breve a todos los miembros de la institución para que puedan pertenecer a cada uno de ellos y luego moverse entre uno y otro de acuerdo a la evolución de superformance.
El escalón uno, llamémoslo así, será el de la “nueva” Policía Nacional, es decir, será inicialmente el más pequeño y congregará a los mejores de la institución, los que tendrán responsabilidades centrales en unidades de élite y en proyectos de diversa índole sobre los que iremos hablando en los artículos posteriores. Al escalón uno pertenecerán los oficiales y suboficiales recién graduados que hayan demostrado tener el mayor compromiso y capacidad a lo largo de su formación. Ingresarán también, paulatinamente, los policías en actividad más destacados y con más proyección en la carrera.
El escalón uno tendrá beneficios y exigencias mayores al resto de los miembros de la institución. Tendrán ventajas económicas y mayores posibilidades de ascenso, así como de acceso a los cargos de mayor interés e importancia. En paralelo serán sometidos a un régimen mucho más exigente en cuanto a resultados y moral. Todos tendrán que haber aceptado pasar por pruebas de integridad, tema sobre el cual también hablaremos más adelante. En las evaluaciones anuales de desempeño, los que no logren mantener las exigencias que se les demandan serán recategorizados al escalafón dos.
El escalafón 2 será inicialmente en el que estén la mayoría de los miembros de la institución y se podría definir gruesamente como la situación actual. La diferencia fundamental es que existe la opción, por mérito, de pasar al escalón uno, pero también de ser derivados al escalón tres.
El escalafón tres es el de los miembros de la institución que estuvieron en la posibilidad de ser depurados, pero que por distintas razones se concluyó que existía la posibilidad de una nueva oportunidad. Son policías con derechos plenos y que pueden aspirar a pertenecer a los escalones dos e incluso uno, pero que están sometidos a una observación mayor y que, de no producirse los resultados esperados, serán los candidatos a futuras, necesarias e inevitables depuraciones.
4.- Carrera profesional: Agrego a lo anterior algunos criterios generales sobre la carrera profesional, mencionando temas que deben teñir el espíritu de las políticas y los cambios en las normas legales que haya que hacer en el marco de la transformación de la Policía.
Se pueden resumir en una frase: la primacía del mérito por sobre la antigüedad. El reconocimiento al esfuerzo y la entrega de los que ocupan posiciones difíciles, definidas éstas con diferentes criterios que incluyen, pero no se limitan, al riesgo físico personal. La eliminación de toda discriminación, notoriamente las que se fundan en criterios raciales o de género. La exigencia de asumir responsabilidades y el cuestionamiento a los que buscan una carrera sin complicaciones, como fórmula para ir ganando posiciones en la institución. La mejora de los criterios de evaluación del desempeño, reduciendo al mínimo lo formal y lo memorístico e introduciendo al máximo y de manera lo más objetiva y justa posible la evaluación sustantiva de los méritos y capacidades para la profesión.
Habría que agregar que hacia el mediano plazo se debería aspirar a una Policía no segmentada en dos castas, oficiales y suboficiales, la de los que mandan y la de los que implementan, situación muchas veces originada simplemente porque unos tuvieron mayores recursos para postular a la escuela de oficiales y otros menos, estableciendo por ello una clasificación que los marca por los 30 años siguientes. Es evidente que esto no se puede cambiar de inmediato, pero se deben introducir ahora mismo mecanismos que le den fluidez y realidad a la posibilidad de que suboficiales destacados puedan ser parte del cuerpo de oficiales (por supuesto, con las demandas de formación adicional que esto requiera).