En el primer artículo de la serie, expliqué las razones por las que cambiar de raíz la Policía es indispensable en cualquier estrategia de seguridad ciudadana que pretenda ser exitosa. Di cuenta de la primera medida: la depuración profunda de los malos elementos de la Policía.
Antes de continuar con las siguientes medidas quiero advertir dos cosas que, por obvias, no mencioné antes. Si bien mi propuesta no compromete a nadie más que a mí, son en gran medida reflexiones surgidas a partir de la experiencia de reforma de los años 2001 al 2004 y al conocimiento que he logrado adquirir a lo largo de los años posteriores sobre lo ocurrido con diferentes reformas en América Latina.
La segunda cosa a advertir es que las propuestas son mencionadas de manera casi telegráfica debido a la naturaleza breve de un artículo de blog. Todas y cada una de ellas requieren un desarrollo mayor, pero ratifico mi convicción de que son viables y que contribuirían en conjunto a tener paulatinamente la Policía que el Perú necesita.
Dicho lo anterior continúo con la segunda medida urgente:
2.- Más y mejores policías: Sobre todo si hemos planteado depurar el cuerpo de sus malos elementos, lo que inevitablemente implicaría que varios miles deban salir de inmediato y otros más a lo largo de los años siguientes. Necesitamos por ello aumentar el número de policías, asegurando a la vez que los nuevos reúnan los más altos estándares posibles. De nuevo, no basta con reclutar por reclutar y dar la imagen de que los estamos formando, sino que hay que hacer un esfuerzo significativo por tener policías de calidad.
Tanto a nivel de las escuelas de oficiales como de suboficiales, hay que asegurar que los mecanismos y pruebas de ingreso sean absolutamente objetivos y ajenos a cualquier atisbo de favoritismo y menos todavía de corrupción. Quien entre a la institución con esos criterios tiene ya de antemano una actitud diferente frente a la carrera y las razones por las que comprometerse con la función policial.
Necesitamos más policías rápidamente. Sobre todo más suboficiales de policía. Pero los necesitamos, como digo, de un nivel profesional y ético que hoy, con 30 escuelas de Policía desperdigadas en el territorio nacional, es imposible obtener. Han sido creadas por demagogia para hacer creer a las poblaciones en donde se establecen que se está tomando en cuenta su seguridad ciudadana, y eliminarlas va a ser un proceso sumamente complicado porque hay que hacerlo de manera paulatina. Si bien, por razones de sensibilidades regionalistas, hay que mantenerlas en lo inmediato e irlas centralizando macroregionalmente poco a poco hasta tener un número razonable, hay que hacer convocatorias adicionales en Lima y aquellas cuatro o cinco ciudades que tengan o puedan tener rápidamente condiciones logísticas y profesorado adecuado para la formación de buenos policías.
Hay que volver a apostar por atraer profesionales y técnicos ya formados a la Policía Nacional, haciéndole al Estado un ahorro significativo y captando personas que por su formación y experiencia previa puedan avocarse exclusivamente a la formación como policías, haciendo su carrera en la mitad del tiempo previsto.
Hay que asegurarse de que la formación sea policial y no militar. Los cursos, valores, destrezas, disciplina, etc., que se necesitan de un policía no son los mismos que los de un militar: son profesiones diferentes que todavía hoy confundimos en el Perú. Ello debe estar claramente presente desde el nivel formativo si queremos tener profesionales de la seguridad y no malos émulos de los soldados.
Los mejores entre los nuevos policías salidos de este proceso deben tener la oportunidad de acceder directamente al nuevo escalafón policial, germen de la nueva Policía Nacional, creado en el mismo proceso en el que nos deshacemos de la vieja, y del cual hablaré más adelante. Un requisito indispensable para pertenecer a este nuevo escalafón policial será el haber aceptado pasar, a lo largo de su carrera, por pruebas de integridad muy exigentes, sobre las que también hablaré más adelante, cuando me detenga en las medidas de lucha contra la corrupción.