¿Se acabó la reelección de Uribe?

Perú 21. Mientras acá estamos a catorce meses de las elecciones presidenciales y sobran los candidatos, en Colombia están a cuatro y no es posible saber quiénes competirán en definitiva para ser el próximo presidente.

La razón de ese absurdo es que no se ha resuelto, todavía, si Uribe puede o no postular por tercera vez. Se trata de un tema que se origina en su obsesión por perpetuarse en el poder. Una que, de concretarse, le haría un enorme daño a uno de los pocos países de la región que habían logrado, aun en medio de tantísimas dificultades, contar con instituciones razonablemente fuertes y autónomas para darle consistencia a su democracia.

El argumento de quienes creen que, salvo Uribe, todo es ilusión es el de que hay una mayoría que quiere su permanencia en el poder (como si la popularidad pudiera estar por encima de las reglas), algo que han bautizado pomposamente como el “estado de opinión” y califican como “la fase superior del Estado de Derecho”. (A Fujimori le habría encantado una frasecita así para justificar su propio y trágico intento de perpetuarse).

En contra de la reelección de Uribe se ubican todas las otras fuerzas políticas del país, la mayor parte de la intelectualidad y los medios de comunicación. Incluso gente muy cercana a Uribe se ha manifestado en contra, argumentando que imponerlo sería desgastante y polarizador para un país que lo último que necesita es una razón más para que su gente se enfrente entre sí.

En esta etapa, la reelección depende de que la Corte Constitucional la autorice para, de allí, ir a un referéndum que debería, a su vez, refrendarlo. Recién entonces empezaría la campaña de a verdad.

Pues, en duro golpe a esa posibilidad, el magistrado ponente de la causa en la Corte se ha pronunciado en contra de la tercera reelección, señalando 20 vicios de trámite. No es la decisión definitiva y cabe ser revertida de haber mayoría en sentido contrario, pero, incluso en ese supuesto, el proceso es largo y parece que los plazos ya no cuadran. Ello a la par de que su descabellada obsesión reeleccionista empieza a perder fuerza en las encuestas y ya en alguna hay una mayoría en contra de ese intento.

A estas alturas, la reelección de Uribe pende de un hilo. Es una buena noticia. En primer lugar para Colombia, ya que podrían retornar a un sistema político en que no haya un caudillo providencial del que dependa todo y puedan los partidos y las instituciones cobrar importancia en una competencia limpia y abierta.

Paradójicamente, el no a la tercera reelección de Uribe sería también una derrota para su archirrival Hugo Chávez quien, con sus once años en el poder y con la obsesión hecha pública de seguir once más, quedaría en la región como un bicho raro y, ojalá, en extinción.

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