Perú 21. Desde hace varios años hay un cierto debate sobre este tema entre los especialistas. Sin embargo, este no es un asunto académico y tiene que ver, más bien, con cómo hacer frente a uno de los problemas más acuciantes para la población en las ciudades.
El punto de partida para esta discusión debe ser el reconocer que la seguridad ciudadana se realiza en el ámbito local y que, en todas partes del mundo, las experiencias exitosas están asociadas con ámbitos geográficos y poblacionales relativamente pequeños, con alta participación de los municipios.
Aun así, he escrito en contra de la municipalización de la Policía. Creo aún que, en un país tan fragmentado y enfrentado, eso podría traer más problemas de los que soluciona. Habría que imaginar qué hubiese pasado en múltiples disputas entre distritos y provincias vecinas si cada uno de ellos contase con una policía propia; o qué habría ocurrido en los casos donde los alcaldes encabezan conflictos sociales si “su policía” fuese parte de la protesta.
Otro argumento en contra es que se trata de una opción válida solamente para distritos de clase media para arriba. El resto estaría condenado a contar con policías locales miserables, por falta de recursos y capacidad de gestión. Un problema adicional es que el riesgo de penetración de estos cuerpos pequeños por la delincuencia en localidades alejadas (específicamente por el narcotráfico) sería aún más alta que la que enfrenta la PNP.
De hecho, en estos días, México discute, por esas razones, la necesidad de centralizar sus policías y acabar con las locales. Siendo todo lo anterior importante, no se puede soslayar que, en la práctica, para una parte importante de la población de Lima (y en menor medida en otras ciudades), la Policía es cada vez menos relevante para su seguridad cotidiana y que los serenazgos la han reemplazado.
En un interesante libro de Ciudad Nuestra, que se presenta mañana en la PUCP (Los serenos en Lima. ¿Le ganan las calles a la Policía?, de Gino Costa y Carlos Romero), se da cuenta del significativo aumento de los distritos que cuentan con serenazgos importantes; del crecimiento de sus presupuestos (162 millones de soles para el 2010); del aumento de sus efectivos (más de siete mil), los que ya se equiparan con el número de policías asignados a comisarías; de la cantidad de vehículos con los que cuentan (más de 1,300 motorizados), así como de la aprobación de los vecinos a su gestión.
Lo anterior no me lleva (todavía) a cambiar mi posición sobre la municipalización, pero me deja meridianamente claro que si la Policía sigue abandonando en la práctica a los ciudadanos, la presión social y política por sincerar la realidad y municipalizarla se tornará irresistible en pocos años.