La Jornada. Ayer se presentaron en Huamanga los integrantes del denominado Movimiento por la Amnistía, que piden que el cabecilla terrorista Abimael Guzmán sea considerado preso político y, con ello, que sea amnistiado y junto a él varios de los integrantes de Sendero Luminoso que hoy están presos y que en la década del 80 generaron la muerte de personas inocentes.
Pero el discurso de éstos debemos someterlo al análisis. Primero, estos señores, que tienen las manos manchadas de sangre, se lanzan a participar en las elecciones democráticas, pero sin haber asumido las culpas sobre los genocidios cometidos y por lo menos haber pedido perdón a la sociedad a la que hicieron daño y a la cual sumieron en un retraso con sus actos terroristas, que para ellos fue un proceso revolucionario de cambio social única en la historia de nuestro país.
Por otro lado, buscan amnistía para quien lideró la masacre de personas inocentes y con ello la impunidad de crímenes de lesa humanidad.
Ciertamente hay casos de sentenciados por terrorismo que deberían ser revisados, pues pudo haberse cometido algún error con respecto al debido proceso. Ya se vio que muchos sentenciados por terrorismo salieron bajo estos análisis exhaustivos, entre ellos Yehude Simon, de quién se demostró que no había elementos suficientes para haber sido sentenciado por los cargos que se le imputaba.
Pero de ello, a ir a pedir amnistía general para estos asesinos que deben rendir cuentas con la justicia, pagar sus culpas y pedir perdón al país, es otro asunto a la que no se le debe dar cabida, porque con ello sólo se estaría contribuyendo a la impunidad.
No cabe duda de que en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga también hay sectores, especialmente los vinculados a los docentes, que están abiertamente manteniendo esa posición, ya que algunos de ellos ya lo han hecho público por Internet, incidiendo en que la amnistía de los perpetradores (tanto del Estado como de los grupos subversivos) ayudaría a encontrar las fosas comunes, ayudaría a empezar la reconciliación, planteamiento nada más extremo que sólo contribuye a no construir memoria en la colectividad ayacuchana y en especial de la nueva generación que poco conoce de los horrores que se cometieron en tiempo de violencia.
Entonces, no queda otra cosa más que ir identificando a estos elementos al interior de la Universidad de Huamanga para hacerle el pare, porque también hay alumnos -de nuestra primera casa de estudios- que están en esa misma línea y como en San Marcos, están tomando espacios como la residencia para hacer de su activismo un espacio de concientización, lo cual resulta peligroso para el fortalecimiento de la democracia donde se practica la concertación y el diálogo.
No dejemos que estos pequeños grupos de “radicaloides”, con ideologías trasnochadas y caídos del palto tangan escenario para volver hacer daño a una sociedad –como Ayacucho- que de violencia conoce mucho, pero por ello empecemos identificando a estos individuos, en especial docentes que vegetaron por varios años y hoy salen a relucir sus pensamientos e ideologías, proponiendo amnistías y paz donde aún no se ha encontrado justicia, ni menos una reparación que haga que los afectados se sientan más tranquilos y se sientan en la capacidad de perdonar.
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