Espacio Compartido. A propósito de la sanción a Martha Chávez por el lío en el Congreso respecto al juramento -válido o no- del presidente y los vicepresidentes, y el juramento distinto de los ateos, los agnósticos, los creyentes de distintas religiones, etc. teniendo como telón de fondo el evidente incumplimiento de presidentes, ministros y congresistas con aquello que juran o enuncian en sus discursos y promesas, me pregunto ¿por qué tienen que jurar para asumir sus cargos los presidentes, vicepresidentes, ministros y congresistas?
Para empezar, y sin ánimo alguno de mortificar a los creyentes católicos que suelen ser la mayoría, la escena de colocar “a priori” un crucifijo y retirarlo si es que el que va a jurar no es católico ya implica señalar al que “es diferente en razón de sus creencias privadas” lo cual no guarda relación con el espíritu de un estado que proclama la igualdad legal entre credos, ni con la inclusión que no debería hacer sentir diferente a ninguna minoría.
Por otro lado, en un estado secular, una vez que los funcionarios son designados ó electos según lo que manda la ley, debería bastar que reciban sus credenciales de la autoridad competente para que en la fecha que señale la norma empiecen a ejercer como tales.
Para el caso de los creyentes, cabe preguntarse ¿no se estará malbarateando el nombre de Dios, cuando se reclama que hagan ese juramento ante Dios los funcionarios que no serán sancionados terrenalmente por incumplir lo jurado o prometido -que también es una especie de juramento hecho a los seguidores-?
Los defensores del juramento dirán “la rendición de cuentas ante Dios por las trasgresiones quedan en la conciencia de cada uno”. Pero por otro lado, quienes creemos en Dios sabemos que Dios no necesita esos juramentos para evaluar los méritos y la calidad ética de las personas.
Por lo tanto, si todo queda en la conciencia de cada uno ¿En qué cambia esa conciencia el hecho de hacer ese juramento?
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